Los cambios son evidentes y ya se están notando los efectos del clima en la salud mundial, declaró Margaret Chan, Directora General de la Organización Mundial de la Salud. Es alarmante la situación, los datos indican que ese fenómeno no cesa en aumentar.
 
No obstante, el cambio climático es ya incuestionable, aún es posible reducir la dimensión de sus consecuencias, sobre todo para la salud. La consideración de los efectos sanitarios de esos cambios puede llevar a los líderes políticos a acelerar sus planes para actuar con la urgencia necesaria. Por ello la OMS decidió que el 2008, fuese el año del tema del cambio climático.

La OMS distingue principalmente cinco grandes efectos sanitarios del cambio climático.

El sector agrícola es el más vulnerable a la variabilidad del clima. El aumento de las temperaturas, sequías e inundaciones, pueden comprometer la seguridad alimentaría. Se prevé que el incremento de los casos de malnutrición, será especialmente grave en los países donde hay grandes poblaciones que dependen de una agricultura de subsistencia. La malnutrición, causada en gran parte por sequías periódicas, provoca ya unos 3,5 millones de muertes.

Segundo, la OMS afirma que la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, conlleva aun mayor riesgo de mortalidad y de traumatismos por tormentas e inundaciones. Se le suma a las inundaciones los brotes de enfermedades que se desatan, como el cólera. Estos desastres naturales son los más frecuentes y matan a millones de personas al año.

En tercer lugar la escasez de agua potable, esencial para la vida. El exceso de agua por torrenciales aguaceros o desbordamiento de ríos, aumenta la carga de enfermedades diarreicas, que se propagan a través de los alimentos y agua contaminada. La enfermedad diarreica es la segunda causa infecciosa de mortalidad en la niñez, con un promedio de victimas de 1.8 millones anuales.

Cuarto, las olas de calor, pueden aumentar directamente la morbilidad y la mortalidad, principalmente entre las personas de edad con enfermedades cardiovasculares o respiratorias. Aparte de las olas de calor, las temperaturas altas pueden aumentar el ozono al nivel del suelo y acelerar el inicio de la estación del polen, favoreciendo así los ataques de asma en los lugares dónde hay estaciones.

Por último, la variación de las temperaturas y la pluviosidad alterará la distribución geográfica de insectos vectores que propagan enfermedades infecciosas, de las cuales la malaria y el dengue son las que más suscitan preocupación por sus efectos nefastos.

La OMS trabaja arduamente y hace un llamado inminente a todos los gobiernos para controlar y dar solución a esta problemática de salud pública que nos compete a todos.

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