{image}http://www.eldia.com.co/images/stories/250808/genericos.jpg{/image}Seguridad, instituciones fuertes y garantías para el mercado: la definición clásica de un neoliberal acerca de la democracia. La misma palabra despojada de su contenido originario, permite iniciar agresiones, empresas imperiales, genocidios y la oscura y larga noche de la guerra en países de Asia.
Lo cierto es que hay otras guerras. Son guerras silenciosas, las armas son distintas, provocan también la fatalidad de la muerte, no por el desatinado objetivo militar caído en una unidad residencial de Faluya. Los escenarios son distintos, las puertas cerradas de hospitales públicos alrededor del mundo, la negación de medicamentos para enfermedades como la malaria o el VIH.
En un ejercicio democrático, las restricciones de las patentes deberían desaparecer. Es más, debería ser considerado como un aberrante crimen, pues la negación en ciertos casos allana el camino sin retorno a la muerte. El derecho a la propiedad intelectual produce alrededor del mundo miles de víctimas, en el caso africano la profunda crisis, producto de las mesas de negociación en la OMC, ha llegado a cifras alarmantes. Así lo relata Kofi Annan: «si bien es cierto que la no atención médica a las personas está penada con la cárcel, actualmente se está cometiendo ese crimen con un continente entero y sus víctimas se pueden contar por millones» también añade: «es una vergüenza que el 99% de las personas que tienen acceso a los retrovirales vivan en países desarrollados, mientras el 75% de las personas del planeta viven en los países pobres donde se vende sólo el 8% de todos los medicamentos del mundo»
¿Es o no una cuestión de democracia?
El sistema internacional de naciones, se ufana en sus diversos espacios de lo democrático de sus vértices. Al lector desprevenido, le pregunto si el acceso equitativo a medicamentos no es un acto que cuestiona a profundidad los contenidos democráticos. A pesar de tener a la salud consagrada como un derecho fundamental en la carta de la ONU, en los pactos internacionales de derechos humanos, la cotidianidad de millones de seres humanos en el tercer mundo nos ofrece un panorama desolador. Así lo confirma Richard M. Scheffler, profesor de Economía de la Salud y Políticas Públicas de la Universidad de Berkeley, quien sostiene “en el año 2002 el comercio de medicamentos supuso una cifra de venta de 406 billones, el 41% de ellos en Estados Unidos, el 25% en Europa y el 11% en Japón». África sólo accede al 1% de los medicamentos”
Si allá llueve, por acá no escampa.
En la audiencia pública sobre la precariedad de la salud de los colombianos, Germán Holguín, representante de Misión Salud, alertó al público sobre la grave amenaza que representan los tratados comerciales que se están negociando con Estados Unidos y la Unión Europea. Los derechos de propiedad intelectual y las patentes en el mercado nacional de medicamentos, impedirían el acceso a miles de colombianos a causa de su altísimo costo.
Los intereses monópolicos de transnacionales farmacéuticas, son defendidos a ultranza por los equipos negociadores. Está en juego, nuevamente, el bienestar, la calidad de vida, de miles de colombianos.
En consonancia con la política de “confianza inversionista” el gobierno colombiano, durante la ronda realizada en mayo por la Organización Mundial de la Salud, tuvo una actuación vergonzante con los demás países en desarrollo. En esta ronda estaban actuando dos bloques contradictorios. Por un lado China, Brasil, Tailandia y Kenya, han venido propendiendo por la creación de un fondo común para la investigación de enfermedades que haga contrapeso a los monopolios investigativos de las multinacionales, ampliando el mercado de los genéricos. De otro lado están los grandes del G8, que quieren seguir con la puerta cerrada a las investigaciones.
La delegación colombiana, bien alineada a Washington, sostuvo que esa discusión estaba en el lugar equivocado. Para los hijos ilustres de Harvard, es la Organización Mundial de Comercio y no la Organización Mundial de la Salud, quienes deben definir este tema. Dar vía libre a la competencia en la producción de medicamentos, es una cuestión en la que no ceden los principios democráticos del neoliberalismo.
En medio de todo desde la OMS, el científico colombiano Germán Velásquez, ha dado una dura batalla. Él considera que «las patentes de los medicamentos pueden estar bloqueando el desarrollo en vez de potenciarlo, pues se trata de un monopolio, que conlleva altos precios». Es una verdadera lástima, que la aprobación a toda costa del TLC, haga de la política exterior colombiana un “todo vale” con el que se apoya en nombre de la democracia, una invasión. Con el que democráticamente se le dice al tercer mundo – del que hace parte – que no puede investigar, ni producir medicamentos.
En un ejercicio democrático, las restricciones de las patentes deberían desaparecer. Es más, debería ser considerado como un aberrante crimen, pues la negación en ciertos casos allana el camino sin retorno a la muerte. El derecho a la propiedad intelectual produce alrededor del mundo miles de víctimas, en el caso africano la profunda crisis, producto de las mesas de negociación en la OMC, ha llegado a cifras alarmantes. Así lo relata Kofi Annan: «si bien es cierto que la no atención médica a las personas está penada con la cárcel, actualmente se está cometiendo ese crimen con un continente entero y sus víctimas se pueden contar por millones» también añade: «es una vergüenza que el 99% de las personas que tienen acceso a los retrovirales vivan en países desarrollados, mientras el 75% de las personas del planeta viven en los países pobres donde se vende sólo el 8% de todos los medicamentos del mundo»
¿Es o no una cuestión de democracia?
El sistema internacional de naciones, se ufana en sus diversos espacios de lo democrático de sus vértices. Al lector desprevenido, le pregunto si el acceso equitativo a medicamentos no es un acto que cuestiona a profundidad los contenidos democráticos. A pesar de tener a la salud consagrada como un derecho fundamental en la carta de la ONU, en los pactos internacionales de derechos humanos, la cotidianidad de millones de seres humanos en el tercer mundo nos ofrece un panorama desolador. Así lo confirma Richard M. Scheffler, profesor de Economía de la Salud y Políticas Públicas de la Universidad de Berkeley, quien sostiene “en el año 2002 el comercio de medicamentos supuso una cifra de venta de 406 billones, el 41% de ellos en Estados Unidos, el 25% en Europa y el 11% en Japón». África sólo accede al 1% de los medicamentos”
Si allá llueve, por acá no escampa.
En la audiencia pública sobre la precariedad de la salud de los colombianos, Germán Holguín, representante de Misión Salud, alertó al público sobre la grave amenaza que representan los tratados comerciales que se están negociando con Estados Unidos y la Unión Europea. Los derechos de propiedad intelectual y las patentes en el mercado nacional de medicamentos, impedirían el acceso a miles de colombianos a causa de su altísimo costo.
Los intereses monópolicos de transnacionales farmacéuticas, son defendidos a ultranza por los equipos negociadores. Está en juego, nuevamente, el bienestar, la calidad de vida, de miles de colombianos.
En consonancia con la política de “confianza inversionista” el gobierno colombiano, durante la ronda realizada en mayo por la Organización Mundial de la Salud, tuvo una actuación vergonzante con los demás países en desarrollo. En esta ronda estaban actuando dos bloques contradictorios. Por un lado China, Brasil, Tailandia y Kenya, han venido propendiendo por la creación de un fondo común para la investigación de enfermedades que haga contrapeso a los monopolios investigativos de las multinacionales, ampliando el mercado de los genéricos. De otro lado están los grandes del G8, que quieren seguir con la puerta cerrada a las investigaciones.
La delegación colombiana, bien alineada a Washington, sostuvo que esa discusión estaba en el lugar equivocado. Para los hijos ilustres de Harvard, es la Organización Mundial de Comercio y no la Organización Mundial de la Salud, quienes deben definir este tema. Dar vía libre a la competencia en la producción de medicamentos, es una cuestión en la que no ceden los principios democráticos del neoliberalismo.
En medio de todo desde la OMS, el científico colombiano Germán Velásquez, ha dado una dura batalla. Él considera que «las patentes de los medicamentos pueden estar bloqueando el desarrollo en vez de potenciarlo, pues se trata de un monopolio, que conlleva altos precios». Es una verdadera lástima, que la aprobación a toda costa del TLC, haga de la política exterior colombiana un “todo vale” con el que se apoya en nombre de la democracia, una invasión. Con el que democráticamente se le dice al tercer mundo – del que hace parte – que no puede investigar, ni producir medicamentos.